2.10.09

Tiempo.

Hoy el día se despierta de color negro, que destiñe poco a poco y se almacena tras edificios grandes con gente que va desapareciendo. El día está blanco y el calor marchó de vacaciones. Los colores que me rodean son los blancos colores de un otoño con nubes y mucha sombra acumulada tras grandes edificios y gruesos árboles.
Los ángeles, atrapados entre las estrellas y las nubes, no reparten hoy felicidad. Los días grises hacen personas grises. Las personas grises hacen cosas grises. Las cosas grises destiñen y se convierten en residuos oscuros que se almacenan con el negro del despertar del día.
El negro nos mira, nos atrapa, sale de su posición tras los edificios y árboles y asciende al cielo de nuevo. La calma provoca sueño en el día y el sueño atrae al silencio.
El silencio se apodera de nuestros hogares y nuestras calles y nuestros bosques y montes. El silencio invita al frío a acompañarle en la larga noche que les espera a ellos dos solos entre la oscuridad. Una farola se enciende y se apaga, es tétrico cuando se enciende, es más tranquilo cuando se apaga. Hay alguien despierto, es la Luna, son las estrellas, es el cielo. La Luna ve que no puede observar la tierra. La Luna se pone a dormir sobre el el colchón de nubes negras.

El día se despierta de color negro. Hay un claro, se ve un poco el sol. Hoy el día no es como el de ayer.
El sol vuelve a ocultarse. El claro desaparece. Hoy el día vuelve a ser como el de ayer.

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