31.3.13

Y nadie observa aquel lugar.

Una farola parpadea justo antes de apagarse.
Por la acera una rata corre a esconderse en la alcantarilla más cercana.
Vive nadie en esa calle.
Vive nadie en las afueras.
Vive nadie en la ciudad.

El viejo edificio de lujos y espectáculos está cerrado, pero nunca estuvo vacío.
Un gran recibidor deja caer los escombros del techo sobre sí y sólo las arañas parecen darse cuenta.
El cartel de una actuación se ha caído hace tiempo y unos pequeños dientes encontraron un sabor desagradable en sus bordes.

En la gran sala...
               ...sólo hay oscuridad...
El palco en lo más alto...
               ...ahora se encuentra a la altura del suelo...
                                                          ...incluso más abajo...

Más de novecientos asientos observan un escenario vacío.

El telón aún resiste. Todo está envuelto en un elegante color rojo.

En el escenario hay una luz, una pequeña fuente de luz que no ilumina nada, pues no hay nada que iluminar, salvo el suelo, que parece un fantasma en medio de ninguna parte, que parece un elemento independiente, una alfombra que pueda echar a volar o que incluso ya esté a punto de hacerlo.

Escondido, apartado, al margen de todo, al margen de lo importante, es decir, ,  al margen de nada -pues nada hay- hay alguien que respira, alguien que lo contempla todo en una mezcla de pasión e indiferencia. Es un hombre con sombrero. Su piel quizás sea blanca y sus elegantes ropajes quizás tan rojos como el resto de la sala y sus zapatos quizás sean negros. Pero no lo sabemos, pues de él no se ve más que recortar la silueta, de él no vemos más que negro, tan negro como sus zapatos, recortados en silueta.

¿Quién somos? Somos aire, somos frío, somos casi vida. Una ligera ráfaga de aire fresco que se consiguió colar por los cristales rotos de la puerta principal, que logró esquivar los escombros del piso superior precipitándose sobre el, una vez pulido, suelo; que alcanzó a llegar a las puertas abiertas de par en par de la sala más grande, que atravesó las incontables filas de asientos vacíos, que escaló hasta el escenario y, arrastrando el polvo en el aire, fue aspirado por las fosas nasales de un hombre recortado en silueta, un hombre que no estaba allí, pues vive nadie en esa calle, vive nadie en las afueras y vive nadie en la ciudad.

Una rata se ha escondido en una alcantarilla.
Una farola se ha apagado justo después de parpadear.