15.3.14

Una brisa en el pasillo, una llaga en el reloj.

La vida es demasiado real en ocasiones. A veces me despierto sintiendo que no hay un cuerpo físico que me encierre y, aún así, me siento encerrado. A veces sólo soy un par de ojos que miran, que caminan y que, en ocasiones, reaccionan ante algo.
Tengo la sensación de que me importa todo un bledo. Siento que estoy bien como estoy, pero si todo se fuese a la mierda y me quedase sólo, revolcándome en un mar de mierda -bien metafórico- acabaría adaptándome y sintiendo que sigo bien.
No tuve una vida de mierda, pero aún así viví experiencias que me llevaron a ser como soy, a ser casi de piedra. Me importan todos los que me rodean, los quiero muchísimo, tengo una gran empatía, soy vegano; se me cae el alma a los pies cuando una familia más se queda en la calle, la gente me importa, la gente, los animales y el planeta en el que vivimos, pero no me refiero a eso. Mi vida me condujo a ser como soy, hace tiempo dejó de importarme que éste de aquí no me hablase; hace menos, dejó de importarme que ésta de aquí no supiera que existo. Ahora mismo me siento casi inmune, como si nada ni nadie pudiera hacerme daño de verdad, como si mi corazón jamás pudiera romperse.
A veces siento que no soy humano, que no soy nada, sólo un recuerdo que vaga por los pasillos de mi casa y que se sienta en la cama de mi pequeña habitación a esperar que el día pase y que, quizás, a la mañana siguiente salga el sol y me sonría; que, con su calor, me diga: David, eres humano, estás vivo, disfruta de este día.
Algunos de estos días me viene de pronto una revelación y me doy cuenta de quién soy, de que la vida es real, de que tengo los pies en la tierra y no puedo salir volando...y siento que la realidad son unos muros enormes que me rodean y me comprimen, que perdí un día más y que no hice nada de nada. Ahí es cuando me derrumbo y me angustio por haber perdido un hermoso día de mi juventud, por no haberlo aprovechado. Y mientras tanto el sol se esconde tras el horizonte y mi habitación se oscurece de verdad y me grito: ¡NO! NO PASARÁ ESTE DÍA IMPRODUCTIVO. Pienso en todo lo que quiero hacer todo lo que tengo en mente, me siento en la mesa y trabajo y trabajo y trabajo como si estuviera loco, como si no hubiera nada más y, en menos de dos horas, hice por lo menos 5 bocetos, 3 dibujos y uno de ellos pintado, los otros dos mañana, pero porque voy a cenar.
Pero a veces me siento irreal, ficticio, siento que alguien está mirando cómo no hago nada y se está aburriendo con mi película. Luego descubro que ese alguien soy yo.