23.11.12

Su rubia melena, su río dorado.

Al final de aquella calle,
de aquella prisión de almas,
un árbol amarillo agita su rubia melena al viento
soltando pequeños soles que forman
una corriente infinita de luz dorada
atravesando el asfalto
rompiendo contra los coches.
El gris inunda todo lo demás
incluso el cielo.
El amarillo ilumina mi sonrisa
aunque esté lejos,
distante
y yo me encuentre
completamente solo
en una tormenta de miradas bajas,
de cuerpos vacíos.
Cruzo la esquina.
Oigo crujir bajo mis pies.
Un recuerdo amarillo vuelve a iluminar mi sonrisa.
Aunque ya sea una mentira.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Hablad sin reparos.