2.8.12

Miedo cerval.

 Una noche oscura lejos del griterío de la ciudad, lejos de la jungla urbana.
 Camino por una senda a penas visible entre helechos y árboles que me ocultan la luna inexistente en el cielo.
 Tan sólo puedo oír mis pasos. Mis pasos tan sólo pueden escuchar mi respiración.
 El viento sacude las hojas de los árboles y se escuchan pasos que mi imaginación transforma en criaturas venidas de un portal que conduce a otro mundo, al Otro Mundo.
 El río salpica los troncos de algunos árboles y algunas rocas y acuna a las pequeñas hojas que caen como gotas de agua sobre él. Un manto negro que se arrastra hasta el mar.
 Oigo pasos delante de mi. Jamás podría verle. Mi visión está tan distorsionada que a veces da la impresión de que camino sobre un sueño, un sueño que fluye bajo mis pies y se hace duro cuando lo toco.
 Los pasos se paran.
 Oigo las hojas moverse.
 No camina.
 No corre.
 Oigo las hojas moverse...
                           ...sin pasos.
 Dejo de caminar.
 La incertidumbre y el miedo me paralizan.
 Tras unos dolorosos instantes de dolor me encuentro en el suelo, siento como si mi boca se derritiera sobre el camino de piedras. Un hombre se arrodilla, me palpa la cara.
 ''Oh, dios'' Dice. ''Oh, dios''
Algo cae seco al suelo.
Oigo unos pasos alejarse, correr.
El dolor, el frío, la sangre.
No le vi.
Jamás podría haberle visto.
No hay nada.
No lo habrá.

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